Cuando caminamos por la ciudad, cuando estamos en transporte público a testado de extraños esperando a llegar a su hogar, cuando escuchamos sin querer una conversación ajena, nos descubrimos contemplando la humanidad, observando el andar de quienes no se percatan de nuestra existencia y miramos, miramos.
Si pudiésemos saber cuántas personas pisan una acera y fuésemos capaces de conocer su historia, su dolor, la razón de su llanto o que los motiva a levantarse cada día, parece algo imposible, algo fuera de lo real, pero hay cosas que si están a nuestro alcance, cosas tan complicadas y sencillas al mismo tiempo que en ocasiones parece ridículo no tenerlas en cuenta a diario, como pronunciar un “Te quiero” para aquella persona por la que te despiertas a diario, como dar un abrazo a ese amigo que te saco mil veces de problemas, como agradecer le a esa mujer que con años sobresus ojos, dolores en su espalda y responsabilidades sobre los hombros siempre tuvo aliento para darte su amor.
Los pequeños detalles marcan la diferencia, marcan el inicio de un buen día, nos inspiran a continuar, nos inundan el alma de cariño, nos dan motivos para creer, son una excusa para sonreír, así que, ¿Por qué sorprender a las personas especiales? Simple, porque sorprender es parte de compartir felicidad, es un lenguaje casi mudo que solo se puede expresar con una sonrisa, un beso profundo, con un abrazo que te espante los demonios.
Hay muchas maneras de sorprender, se puede con una invitación, un baile que deleite hasta el último nervio, con la tenue pronunciación de una palabra tan antigua como la noción de ser humanos (Te amo), con una conversación tan profunda que delate la desnudes de nuestra alma frente a esa persona o con un gran gesto, algo tan cuidadosamente planeado que nos llevó varios meses costear; y todo para entregar un poco de felicidad a quien nos hizo sentir parte de un mundo tan imperceptible ante la vista pero tan connatural para el corazón que nos transporta a un estado de perfección en el que, aunque nada es perfecto, no necesita serlo para perpetuar aquellos aspectos de la vida en que esos instantes se hacen eternos ante el concepto de felicidad y ante la inocente ignorancia de no apreciarla en el momento.
Sé que no soy la única que lo ha experimentado, por ello los invito a sorprender a quienes los acompañan en este turbulento viaje llamado vida, los invito a regalar momentos memorables, los invito a producir latidos tan fuertes en las personas que aman que se puedan escuchar a kilómetros de distancia, sorprendan en esta vida a quienes los han sorprendido y si no lo han hecho, sean los primeros en sorprender, sean parte de la alegría de los demás, que cuando estén arrugados y agotados por el peso de los años no puedan recordar una sola fecha en su calendario en la que no ofrecieron un detalle que determino el día, los meses o la vida de las personas increíbles que rodearon su existencia de ellos a tal punto que solo les otorgaron lo mejor de su alma en cada respirar, y no teman regalarle la galaxia entera a quien lo merece, la vida es muy corta como para no dar lunas, estrellas o planetas a quienes llenan nuestro corazón, a quienes nos amaron incluso cuando no nos amábamos a nosotros mismos, aquellos que secaron nuestras lágrimas y juraron acompañarnos, y que estando cumpliendo su promesa hicieran indispensable su suspirar en cada paso, esa madre dedicada, esa pareja incondicional, ese amigo que se convirtió en hermano, ese abuelo que nos dio un recorrido por el pasado.
Sorprendamos, sorprendámonos a nosotros mismos y dejémonos sorprender cada día.
Por: @laura_mp_15